por Mumia Abu-Jamal
(leído en la marcha contra Monsanto / Carnaval de maíz en el DF 25 de mayo 2013)
Tornados de más de 3 kilómetros de ancho. Azotando, arrancando, destrozando.
Vidas, tablas de madera, ladrillos, familias y corazones hechos trizas.
Edificios del tamaño de centros comerciales triturados como si fueran juguetes infantiles.
Coches, árboles, niñas, niños. ¡Dios mío! ¡Niñas y niños aventados al aire como hojas secas!
Aunque el hombre no creó esas fuerzas primordiales de la naturaleza, la vida industrial moderna con su infinidad de contaminantes no alivia los daños; por lo contrario, los exacerba.
Por eso nos golpean tormentas cada vez más tremendas, cada vez más feroces.
La Naturaleza desata su rabia como una diosa furiosa ––desgarrando, azotando, arrancando y aplastando todo.
Remolinos de viento ante los cuales poca gente se atreve a ponerse de pie.
Mientras tanto, los políticos debaten sobre si el cambio climático es real o no, a la vez que madres y padres sepultan a sus niñas y niños.
Ésta vez le tocó a Moore, Oklahoma.
Hay más por venir.
Desde la nación encarcelada soy Mumia Abu-Jamal.
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